Él siempre provoca la fe, se revela, se manifiesta, para que le conozcan. No es un Dios escondido, despreocupado de sus criaturas. Es tan cercano y misericordioso, que aunque su pueblo le sea infiel, le sigue esperando como un padre espera a sus hijos.
"Oye Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (Dt 6,4-5).
Esto mismo respondió Jesús cuando le preguntaron cuál era el mandamiento más importante (Mt 22,37; Lc 10,27).
- "Yo cantaré al Señor un himno grande":