"Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo..." (Mt 5,1-2).
En la proclamación de las Bienaventuranzas, Jesús decía a sus seguidores que no debían ambicionar riquezas, alabanzas o bienestar. Al contrario, debían ser sencillos, humildes, comprensivos, abiertos a todos, respetuosos. De este modo serían:
"Sal de la tierra" y "Luz del mundo".
También explicó el sentido de los mandamientos de la Antigua Alianza. Decía que lo más importante es la actitud del corazón. Y que hay que confiar en Dios y en la oración, con la esperanza puesta en el cielo.
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"El Sermón de la montaña", Carl H. Bloch |