Isaac y Rebeca tuvieron dos hijos gemelos, los llamaron Esaú y Jacob.
Isaac tenía predilección por Esaú, porque era un buen cazador y se encargaba de llevar el alimento. Jacob era el preferido de Sara, pues era apacible y amante del hogar.
Un día, mientras Esaú estaba cazando, Jacob preparó unas deliciosas lentejas. Esaú volvió muerto de hambre y le dijo a su hermano: "Dame un poco de esas lentejas". Jacob le contestó: "Puedes comer un poco de mi plato si me dejas que yo sea el primogénito en tu lugar". Esaú accedió y así vendió su primogenitura a su hermano por un plato de lentejas.
Esaú se casó con dos mujeres de la tierra de Canaán, lo que puso muy tristes a Isaac y Rebeca.
Cuando Isaac se hizo viejo y sus ojos ya no podían ver, llamó a Esaú y le dijo que fuera a buscar algo de caza, y lo guisara como a él le gustaba. Después le daría la bendición.
Rebeca oyó la conversación y se apresuró a preparar todo para que la bendición se la diera a Jacob.
Jacob suplantó a su hermano y recibió la bendición de su padre. Cuando Esaú se enteró, se enfadó mucho, estaba muy enojado y dijo que quería matarlo.
Isaac y Rebeca no querían que Jacob se casara con una mujer de Canaán, por eso le dijeron que fuera a Harán y buscase esposa entre las hijas de Labán. Jacob obedeció y se puso en camino hacia las tierras donde vivían sus parientes.
Labán se alegró mucho de que Jacob quisiera casarse con su hija Raquel, pero le pidió que se quedara trabajando siete años en sus campos para conseguirla. Jacob aceptó, y pasado ese tiempo, Labán le dio por esposa a su hija mayor Lía. Jacob tuvo que quedarse otros siete años trabajando los campos de Labán para que éste le diera por esposa a Raquel.
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"Isaac bendiciendo a Jacob", Govert Flinck |